Lo verdaderamente importante presenta: las tertulias televisivas, ¿enriquecedoras o mero espectáculo?
"LaSexta Noche" en el canal de Atresmedia o "Un tiempo nuevo" en TeleCinco son ejemplos de tertulias televisivas de gran éxito entre los espectadores de televisión. Ambas se emiten los sábados en horario de prime time y agolpan a una gran cantidad de personas al otro lado de la pantalla. ¿Por qué? Hoy en el blog hablamos del amarillismo que impera en los formatos de debate político de las cadenas españolas.
14,5% de share (casi dos millones de espectadores) consiguió el programa de laSexta, mientras que el de TeleCinco consiguió un 9,3% de share (y poco más de 1 millón doscientos mil espectadores). Son unos resultados más que destacados si tenemos en cuenta que rivalizan en franja con películas taquilleras. Sin embargo, el auge que están teniendo este tipo de programaciones, que ya aparecen en todas las franjas de emisión, se debe a la intensidad y entusiasmo con el que se empieza a vivir el tema político en nuestro país. Ya hemos hablado en el blog de los cambios democráticos que se empiezan a vislumbrar y está claro que la gente también se ha dado cuenta de lo trascendental de este momento. Habrá que ver si, tras los resultados de las elecciones generales, este tipo de programas siguen con su elevada pujanza en la televisión.
El caso es que, lejos de la importancia del 2015, estos programas están explotando lo que se conoce como sensacionalismo o amarillismo. El espectáculo prima sobre la información, sobre la confrontación verbal entre dos personas con ideología distinta: no es hablar de mis medidas y responder las críticas, sino de gritar, faltar o superponerse al rival sea como sea. Este tipo de programas ya no contratan periodistas serios y que se limiten a informar y opinar constructivamente; al contrario, los platós se infestan de periodistas que "dan juego" y que llaman a la audiencia. Y precisamente esos no son los primeros que nombré. Una pena.
Y si los tertulianos dejan que desear, no menos los invitados. Está claro que son importantes para la opinión pública, pero redundan en la repetición. ¿Para qué quiero ver dos semanas seguidas al mismo personaje público hablando de los mismos temas? Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Francisco Nicolás, Wyoming o la supuesta hija del exRey. Esos se convierten en los personajes más demandados por los cuales las cadenas televisivas pagan millonadas. Nos acercamos peligrosamente al modelo estadounidense de televisión en el que las nimiedades en los discursos afables y las peleas verbales en las confrontaciones entre candidatos se han convertido en los principios del debate. ¿Dónde ha quedado el respeto a la ideología opuesta? ¿Dónde ha quedado el respeto al espectador? ¿Podremos asistir, al fin, a un debate de los que se aprenden en la carrera de periodismo?
Christian A.A.S.